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Cuando la música clásica recupera su negritud: Sonata Mulattica, de Rita Dove

Teatro de los Campos Elíseos de París. El pianista Lambert Orkis acompaña a la violinista Anne-Sophie Mutter sobre el escenario. La obra da comienzo con un adagio sostenuto mientras la mano que toma el arco se desliza sobria sobre las cuerdas, con una delicadeza intensa, saturada de color desde un principio. Se disparan lentamente, hacia el patio de butacas, las primeras notas de la Sonata Kreutzer. Solo falta recordar un detalle aquí, el primer nombre que Beethoven dio a esta pieza: Sonata per un mulattico lunatico.

© Fred Viebahn

Por: Mónica Caldeiro


Este cambio de nombre justifica la historia que nos relata Rita Dove (Ohio, 1952), Poeta Laureada de los Estados Unidos de 1993 a 1995 y ganadora del Premio Pulitzer de Poesía en 1987. Sonata Mulattica es una biografía en verso, tintada de historia y ficción, sobre el violinista «mulato» de origen polacosajón George Augustus Polgreen Bridgetower (1778-1860), amigo al que Beethoven dedicó la pieza y cuya opinión cambió por una querella de faldas que eliminó el rastro de Bridgetower de la historia. En un alegato de revisionismo histórico, lírico y hermoso, Dove recupera el hilo narrativo de la existencia de Bridgetower como fundamento de una obra casi monumental que va acompañada de una exquisita labor de documentación. De hecho, el libro está pensado para una exégesis histórica que permite saltar del poema al dato concreto para regresar de nuevo al poema.


La obra abre sus páginas al más puro estilo de la poesía épica desde una óptica teatral, y nos cuenta con claridad su propósito: «Esta es una historia / sobre la música y lo que ésta hace a aquellos / que la hacen, a quienes esclaviza… sí, / una esclavitud de todas clases entra en la mezcla». Leyendo estas líneas el lector intuye bien a qué se refiere Dove: la pasión y el arrebato del creador y del intérprete, de la escritora e incluso del propio lector, pues tanto la música como la poesía hacen algo “a aquellos que / la hacen” y, por extensión, a aquellos que la escuchan. Pero también habla de esclavitud, lo que ineludiblemente remite a la cuestión racial. Y ese es justo el punto de partida de Sonata Mulattica:la pasión por la música que suena en el aire y por la música que reside en el poema, del mismo modo que busca la recuperación histórica de la figura de un intérprete negro de música clásica, una imagen tristemente ausente de la cultura popular.

Definitivamente no se trata de un libro de poesía común. No es una compilación de poemas ni una simple creación en torno a un tema. Sonata Mulattica es un libro de historia escrito en verso, desde la proyección visual y desde la acción de la imaginación. Acompañan a los poemas unas notas y una cronología que permiten no solo tomar conciencia del ingente trabajo de investigación que llevó a cabo la autora para su realización, sino que ofrecen una lectura doble: la del poema por sí mismo y la de la lujuria de adentrarse en los detalles y en las fechas del relato. No puedo sino hablar de cierta voluptuosidad porque sus páginas exhalan la erótica de la palabra a través de la multitud de registros de los que la autora echa mano. En él se unen, para formar un tejido de hilo, dramaturgia, texto periodístico, poesía épica, poemas con estructura de blues decimonónico, autobiografía ficticia y traslaciones musicales desde el adagio hasta el rap pasando por la ópera-jazz. Esa variedad formal hace del texto un exuberante invernadero con multitud de especies donde suena una música de fondo, la Sonata per un mulattico lunatico compuesta por Ludwig van Beethoven.


A lo largo de su lectura, una no puede dejar de pensar en la pasión que sentía Nina Simone por Bach y en su frustrado deseo de ser la primera concertista negra de música clásica de los Estados Unidos. La segregación racial en el país norteamericano era fruto de la nostalgia de los viejos modos y de la economía de las plantaciones de los estados confederados del sur. Además de una exclusión económica, moral y ética, la segregación cultural no era de menor calibre. Una persona negra podía cantar espirituales y blues, pero que subiera a un escenario a interpretar grandes piezas de la música clásica ya excedía, con creces, el lugar que le había sido otorgado según el proceso estadounidense de racialización social. Igual que sucedía en espacios como el mítico Cotton Club durante la época del Renacimiento de Harlem, donde los artistas eran negros pero sólo se permitía la entrada al público blanco, ciertos ecos de esa negritud de principios de siglo XX resuenan en Sonata Mulattica. Los estereotipos raciales clásicos no dejan de estar presentes en la obra de Dove. Desde la hipersexualización de la negritud hasta lo negro como lo salvaje, oscuro y misterioso, en la obra desfilan los clásicos clichés raciales que se perpetraron desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX. Escribe Dove en boca del padre de Bridgetower:


Aquí, en esta Isla, soy

un continente. Soy tan grande

que no pueden captar mi significado.

Los contornos se ciernen, sin cartografiar;

mis rasgos rechazan la coherencia.

Soy el Interior Oscuro,

ese Otro, misterioso y perdido;

Destino Aterrador, hendido por la vid y el tubérculo […].

Sin embargo, existen versos más sutiles que pueden leerse entre líneas desde el principio, como: «Ella es de los nuestros, una campesina / consciente del propósito del cuerpo: / sé fuerte, sobrevive» o «[…] cada uno de nosotros lleva dentro / un amor ruinoso y monumental». Ese amor ruinoso y monumental es la doble cara del amor por la creación: el monumento y la posibilidad de una obra gloriosa, así como la ruina y la decadencia de esa posibilidad. Aunque es obvio que en la obra la cuestión racial es de necesario abordaje, los poemas rasgan la universalidad a través de lo peculiar y lo concreto, pues pone las palabras en boca de sus personajes y cada uno de ellos encarna y habla una realidad. Por ejemplo, en el «El agasajo de la regencia», el príncipe regente elucubra: «Siempre he pensado que el amor es / un desbordarse, una abundancia de la que uno / necesita librarse y verter en otro». El príncipe regente, en estos versos, da cuenta de la universalidad de mitos en torno al amor romántico, como el de Tristán e Isolda. Y es aquí donde encontramos la maravilla de Sonata Mulattica: la obra acaba convirtiéndose en un amalgama, en un crisol donde las diferentes formas poéticas reflejan la multiplicidad de manifestaciones de la cultura. Esa ha sido siempre la pretensión de Estados Unidos como nación, aunque a través de los siglos haya negado su otredad y haya intentado alejarla, dentro de sus fronteras geográficas, de sus propios confines ontológicos. Apelo para terminar al Finale de «El intérprete»:


Si este mundo pudiera parar

por un momento

y verme;

si yo pudiera salir

a la calle y convertirme

en uno de ellos,

en uno de cualquier cosa,

cantaría

(no, lloraría aquí mismo) para simplemente

ser y ser y ser…


Aunque la historia que relata Dove no está exenta de cierto carácter previsible, la multitud de registros de los que echa mano y la exploración poética de la experiencia de la negritud dieciochesca y decimonónica en el marco de la historia de la música clásica de Occidente acaba tejiendo un libro delicioso, del que se echa en falta poder recurrir al original en esta traducción monolingüe editada por Valparaíso Ediciones. Una edición bilingüe habría permitido disfrutar totalmente de la pluralidad formal que ofrece el libro, que es uno de sus grandes puntos fuertes. No obstante, la calidad de la traducción de Pedro Larrea reemplaza con buenas tablas lo irremplazable: el texto original. Sin embargo, el traductor ha sabido reproducir con éxito la pasión que puso la autora en el texto. Por mi parte, como lectora, he podido sentirla entre ecos de Beethoven y Haydn, con el ronco blues del viejo Black Billie Waters.


Título: Sonata Mulattica

Autora: Rita Dove

Editorial: Valparaíso Ediciones

Año de publicación: 2020

ISBN: 978-84-18082-33-7





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