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  • andreunavarra

La voz de la hermana extranjera: El unicornio negro de Audre Lorde



Ya era el momento de que sucediera esto. Íbamos con años de retraso. Hace mucho tiempo que el libro del que hoy me ocupo debería estar traducido a nuestra lengua. Hace demasiado que muchas autoras estadounidenses y racializadas deberían haber visto sus poemas traducidos al español.


Empiezo esta reseña con esta reivindicación porque la considero relevante en el contexto actual del movimiento Black Lives Matter, pero también porque las reivindicaciones presentes tienen la misma rabiosa actualidad que cuando Audre Lorde escribió El unicornio negro en 1978. Sus poemas, asertivos y arrojadizos, se hacen eco de la misma realidad social que muchas poetas pertenecientes al BAM (Movimiento de las Artes Negras) como Jayne Cortez, Ntozake Shange o Sonia Sanchez. ¿Qué nos hace asumir con tranquilidad esa tardanza? ¿Qué nos precipita a la falta de escucha como lectores o editores de poesía? ¿Qué incomodidad refleja de nosotros? ¿Por qué tuvimos que esperar a 2019 para que saliera a la luz la primera traducción al español de un libro de poemas de Audre Lorde, cuyos ensayos sí habían visto la luz anteriormente en España?


La hazaña de la publicación de sus poemas bien puede atribuírsela la editorial Torremozas, que ha llevado a cabo una labor realmente cuidadosa con la edición de este poemario. Traducido por Jimena Jiménez Real, se agradece tener entre las manos un libro estéticamente delicioso y poéticamente bien cuidado. Y es que Audre Lorde no merece menos. Su imagen de portada apela al lector: calmada, fuerte e inmóvil, con el rostro ligeramente inclinado hacia arriba, la hermana extranjera, la hermana negra y lesbiana, te reta con orgullo a que la mires de frente. No tiene nada que esconder. Su postura física y literaria confronta el miedo de cara, el suyo y el tuyo. Su imagen recuerda en cierto modo a la que acompañaba la primera edición de Hojas de hierba de Walt Whitman; en ese caso, el que miraba al lector a través del papel era un poeta de clase trabajadora, el poeta del «yo contengo multitudes», el poeta de la democracia.

Audre Lorde va más allá: la hermana negra, la sister outsider, es la extranjera.

En el poema «I, too, sing America», ya Langston Hughes se preguntó si él pertenecía también a esa multitud democrática de la que hacía bandera Whitman. Audre Lorde va más allá: la hermana negra, la sister outsider, es la extranjera. No es casual que en la primera parte de El unicornio negro el continente africano sea un topos recurrente: hay una similitud en la representación de lo femenino y la negritud que se remonta a numerosos ejemplos en el occidente decimonónico, como en la novela Heart of Darkness de Joseph Conrad. Lo femenino, desde el estereotipo heteropatriarcal, es lo oscuro, lo emocional, lo desconocido. El útero y la histeria en la mujer, la hipersexualización de la negritud. Cuando ambos factores se entrecruzan la opresión es doble, y a ello debemos sumar la cuestión de la orientación sexual.


Audre Lorde, en su poesía, convierte la ira en un motor para la lucha contra la injusticia social y el racismo, contra los asesinatos de niños y hombres negros a manos de la policía, contra la violencia sexual. En el poema «Retrato» se define a sí misma y, de algún modo, traza también la fuerza que empuja su escritura: «Las mujeres fuertes / conocen el sabor / de su propio odio / yo siempre debo estar / haciendo nidos / en algún lugar ventoso [...]». Pero del mismo modo que su postura política es clara, también ve las dos caras de la moneda. No solo se opone a lo que ella considera victimismo por parte de los escritores negros de su época, sino que además también se dirige a las divisiones existentes y las discriminaciones que se producen dentro de la propia comunidad negra. En este sentido, resulta tan triste como esclarecedor el testimonio que deja en el poema «Entre nosotras»:


Hubo un tiempo que al entrar a una sala

mis ojos buscaban las dos o tres caras negras

como contacto apaciguamiento o señal

de que no estaba sola

hoy al entrar en salas llenas de caras negras

que me destruirían por cualquier diferencia

¿dónde mirarán mis ojos?

Hubo un tiempo en que era fácil

reconocer a mi gente.


En realidad, existen relatos literarios ya en la época del Renacimiento de Harlem que hablan precisamente de cuestiones similares, como en la novela The Blacker The Berry de Wallace Thurman, donde el escritor afroestadounidense cuenta la historia de la doble discriminación que sufre una joven por ser mujer y demasiado negra. Lorde no es suave con esta clase de asperezas dentro de su comunidad: «No creo / que nuestros deseos / hayan sacrificado / todas nuestras mentiras». El recorrido que Lorde reivindica es otro: retroceder a las raíces de la historia y desenterrarlas del suelo para enredarse en ellas y hacer que vuelvan a formar parte de un relato colectivo. Los poemas de la primera parte de El unicornio negro regresan a África y su memoria, su cosmovisión; al lugar que tenían las mujeres en las sociedades africanas ancestrales y en el simbolismo de su religión. Antiguos lugares y orishás impregnan la poesía de Lorde como una forma de recobrar la fortaleza inherente, como una manera de confrontar las dinámicas del poder opresor.

Audre Lorde, en su poesía, convierte la ira en un motor para la lucha contra la injusticia social y el racismo

Es precisamente en el poema «Poder», uno de los más impactantes y representativos de la poesía de Lorde, donde se desnudan las dinámicas de opresión que vierten la sangre de seres humanos inocentes y cómo estas pueden ser reproducidas por las propias víctimas. El poema empieza como un puñetazo en el estómago del lector: «La diferencia entre poesía y retórica / es estar / dispuesta a matarte / tú / en vez de a tu prole». Esa diferencia es conocida dentro de la literatura afroestadounidense, y nos llega también a través de novelas como Beloved de Toni Morrison: es el lugar de la madre que duda entre acabar con su propia vida o acabar con la de sus hijos para evitar que vivan bajo el yugo de un sistema brutal de opresión.


Y a la vez, envuelto en este sistema de opresiones, existe el amor, un amor entre mujeres obligado a crecer en tierra de violencia. Lorde se deshace del tabú del amor homosexual con poemas explícitos, bellísimos, eróticos y exuberantes, pero también reconoce la confrontación femenina que existe fruto de la cultura heteropatriarcal. Ese enfrentamiento no es solo presente, sino que también es heredado y forma parte de una herida profunda, femenina y ancestral de la que toda mujer debe desprenderse en una lucha contra la separación existente entre la una y la otra. Dice Lorde en «Carta para Jan»:


No, no creo que fueras cobarde por no hablar

creo

que temías que yo fuera como un láser

dispuesta a carcomer o a cambiar tu sustancia

Mawulisa obcecada en la destrucción por amenaza

quizá cubriéndote

con una nube negra y espesa de símbolos culpables

con olor a sándalo y almizcle de búfalo viejo

de exaltadas ofrendas en el cáliz de la luna nueva

seduciéndote hasta abrirte

volviéndose erótica y exquisita como tú

al bajar por tercera vez

tu propia poesía y dulzura

enmascaradas y secándose sobre tus labios.


No fueron pocos los puentes de sororidad que Lorde construyó con otras poetas conscientes de los procesos de racialización cultural y política. Diane di Prima fue quien publicó el primer libro de poemas de Audre Lorde en la editorial Poets Press (y, de hecho, existe cierto paralelismo entre numerosos poemas de El unicornio negro y Loba, de di Prima). Otra compañera de escritura y política fue Adrienne Rich, con quien dialogó largo y tendido y cuyas conversaciones se recogen parcialmente en La hermana, la extranjera (publicado en España por la editorial Horas y Horas en 2003). Aunque Lorde y Rich guardan puntos en común, existe por parte de Rich una herencia de lógica occidental que Lorde no parece compartir. Así como para Rich la documentación y el análisis son importantes por una clara influencia del positivismo, Lorde rechaza esa forma de expresar lo que se considera verdadero como única. En 1977, en La poesía no es un lujo, afirmó lo siguiente: «Los padres blancos nos dijeron: pienso, luego existo. La madre Negra en cada una de nosotras, la poeta, nos susurra en sueños: siento, luego soy libre».


Sentir la exuberancia y el eros vital son fundamentales para esa libertad, pero la libertad tampoco puede darse bajo un sistema opresivo. La ceguera que produce girar la cara a las violencias que se perpetúan desde el poder no puede más que ayudar a reproducir los modelos de opresión. Por eso lecturas como la de Audre Lorde son tan necesarias, y por eso es casi imperativo seguir traduciendo a las poetas afroestadounidenses que vivieron en base a un profundo compromiso político. Y si su discurso resulta incómodo en los tiempos que vivimos, es una buena oportunidad para preguntarse por qué y seguir con el propio cuestionamiento en vez de relegar sus voces a aquello que nos parece extraño y extranjero, como si no formara parte de nosotros.


Autora: Audre Lorde

Título: El unicornio negro

Traducción: Jimena Jiménez Real

Editorial: Torremozas

Primera edición: 2019

ISBN: 978-84-7839-797-6



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