Anagrama publica "Persianas metálicas baja de golpe", decimosexta novela de Marta Sanz. La autora madrileña construye esta vez una distopía radical que nos recuerda demasiado a nuestro propio mundo.
Asunción Ordoño
“La élite tecnológica se prepara para el apocalipsis, se ve cerca el fin de la civilización.”
Douglas Rushkoff. El País. 20-09-2023
“La humanidad ha abierto las puertas del infierno”
António Guterres, secretario general de la ONU.
El País, 20-09-2023
Marta Sanz nos ha mostrado siempre en sus novelas (Clavícula, Farándula, Amor fou, Pequeñas mujeres rojas...) y ensayos (Monstruas y centauras) un mundo desolado, sobrecogedor, cruel o doloroso poblado por personajes que padecen en sus vidas todo el peso de la realidad en que viven. En ocasiones relata con una gran lucidez, en otras con una versión satírica del mundo real y de la misma literatura (novela negra, neorromanticismo), pero siempre con un estilo brillante que muestra un dominio absoluto del lenguaje por medio de juegos de palabras, imágenes increíbles, surrealistas, alusiones culturales y populares y gran riqueza de vocabulario. Todas estas características se muestran de forma magistral en Persianas metálicas bajan de golpe. Marta Sanz comparte esta visión de la literatura con ese grupo de escritoras, Mariana Enríquez, Laura Fernández, Beatriz García Guirado, solo por citar algunas, cuyo estilo brillantísimo y contenido temático imaginativo y fantástico las separa de los usos mayoritarios de la literatura actual.
Persianas metálicas bajan de golpe es una distopía situada en un futuro impreciso en la metrópolis-país-continente-mundo de Landinblue, Land in Blue (Rapsodia) y en ocasiones un enigmático Land in Blue (Rapsodia S.L.) planeada, controlada y manipulada por un ingeniero jefe, algoritmo de un varón blanco que trabaja en un garaje y vive en Estados Unidos, infantilizado, al que no le importa Blandinblue porque siempre podrá montar otra empresa, alimentado por su madre, ama de casa cantarina.y por drones que son también controlados y y reprogramados por este. El nombre de la ciudad, que nos recuerda ese “blandiblú”, masa viscosa con la que los niños juegan a hacer formas efímeras (las parodias, sátiras y juegos de palabras son constantes en la novela), las siglas S.L., la personalidad del ingeniero y la definición metrópolis-país...nos ofrece la más probable de las posibles interpretaciones de la novela, solo es un metaverso, pero también podría interpretarse como un mundo cuyo dios creador se desinteresa por sus criaturas o la constatación de la corporeidad de esas presencias fastasmales, en realidad seres humanos en la sombra con dinero y poder, que los habitantes del planeta intuimos controlan y manipulan con sus algoritmos nuestras vidas.
La novela sigue las vidas de una mujer madura, Mina y Lucy al mismo tiempo, desmemoriada voluntariamente de un pasado que no quiere recordar por medio de los letárgicos estambres de flores violeta que los jardineros plantan en los parques para adormecer a sus habitantes, solitaria, escritora de eslóganes publicitaros y textos poco definidos, con amantes diversos, maltratada por su exmarido y su hija mayor que al marcharse de casa se llevó consigo a su hermana menor por considerar que su madre no podía cuidarla; de Selva, la hija mayor que tiene un trabajo infecto, y sueña con ser bailarina y de la menor, la niña Tina, que vive recluida en su habitación, como los pocos niños que quedan, lavándose constantemente con detergente de uso doméstico (un gran negocio). Las acompañan seres tan desolados como ellas: viejos y viejas obligados a trabajar, jóvenes recluidos en sanatorios, policías, carretilleras, empaquetadoras, costureras, tanatopractores, repartidores de medicinas... Imposible no relacionarlos con los trabajos basura actuales, sobre todo porque la tierra es plana en Landinblue gracias a la supresión de China menos Taiwan, océanos que acaban vertiéndose, formando sublime cascada hidroeléctrica en los finisterres de este nuevo plano mundo.
El leitmotiv de la novela, Persianas metálicas bajan de golpe. Es el futuro. Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá, es un gran estruendo y una predicción que acompaña la vida en la ciudad. Cancelación, pérdida, ocultamiento y sequía, enfermedad, miedo, muerte; imposible no relacionarlo también con la realidad actual antesala del caos. La ciudad está dentro de una caja de zapatos, dédalo de calles y avenidas con cintas transportadoras de A a B, con transbordos, pantallas, música popular que entretiene, megáfonos con la voz de ventrílocuos que dirigen a las personas; taxis, servicios sanitarios bancarios, farmacias medicalizadas, todo está domóticamente instalado en la palma de la mano...aunque algunos individuos rechacen esa ventana al mundo. La gente puede morir haciendo cola en caja, de un ataque al corazón. Su existencia será recordada con el tiempo en una novela gráfica, cree el ingeniero.
Marta Sanz: "Es el futuro. Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá"
Drones sobrevuelan la ciudad, de múltiples formas y estado, no son pájaros ni ángeles como en Berlín. Controlan, ayudan, contemplan, manipulan a los seres humanos. Flor Azul, nenúfar de última generación; Obsolescencia, perro decrépito y terminal y Cucú, pájaro adolescente todavía, cuidan-espían-contemplan-manipulan a las tres mujeres, son prostáticos, ginedrones, sáficos, lesbianas...Quieren humanizarse ayudando, contemplando, controlando, enamorándose de ellas. Su punto de vista y su deseo de contemplar y ayudar, buscando palabras en sus diccionarios, mirando películas antiguas, canciones, publicidad, libros... los drones son, tal vez, lo más humano de la novela, aunque ellos también están manipulados por el ingeniero-programador y como ellos mismos reconocen no son humanos, hablan por medio de los ventrílocuos como Bibi, de voz aterciopelada y programan una serie entontecedora que paraliza la ciudad cuando se transmite. Son reprogramados cuando su humanización los aleja de las funciones para las que fueron creados.
Los ricos de Land in Blue (Rapsodia), de cuyos habitantes solo conocemos a los hampones que nos caen bien porque lo ha decidido el ingeniero jefe, viven en el subsuelo en una ciudad limpia y ordenada, con jardines y rascacielos que crecen hacia abajo porque no hay que olvidar que la tierra es plana. Los habitantes de la superficie desean con todas su fuerzas vivir en el subsuelo y buscan rendijas y puertas sin cesar, pero son engañados y esclavizados si lo consiguen. Esta parte de la ciudad dicen ellos huele a mierda, porque grandes aerosoles han dejado de esparcir sus esencias de olor agradable tras un gran socavón en el que todo se filtra. Es el gran caos.
Los drones son, tal vez, lo más humano de la novela.
El sentido de la novela es ofrecer una panorámica desoladora del lugar al que lleva el poder absoluto de la tecnología cibernética, donde la deshumanización progresiva solo produce soledad, violencia, esclavismo, desmemoria y muerte. Las distopías de George Orwell., Aldous Huxley, James Graham Ballard, Philip K. Dick... nos trasportan a mundos a los que tiempo después nos hemos acercado, pero la distopía de Marta Sanz, con su brillantísima prosa electrizada y electrizante, está a solo dos pasos de nuestra civilización actual o a hoy mismo, donde quién nos dice que un “ingeniero jefe” terraplanista, colonizador de mundos, regulador del precio de las materias primas, soñador de imperios... no está planeando en su burbuja de poder y en la sombra, en una caja de zapatos, este oscuro presente que ya no es futuro.
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