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Sister Rosetta Tharpe: Madre, hija y Espíritu Santo del Rock & Roll

Afroamericana, queer y religiosa, lo tenía todo en contra para triunfar. Pero Sista’ Rosetta se convirtió en una pionera, aunque eclipsada por el tupé de Elvis.

Por: Beatriz García Guirado


Llovió copiosamente aquel día en Manchester. Hordas de jóvenes habían bajado del tren del blues y el gospel y esperaban sentados en el andén hasta que ella llegó y se bajó del carruaje como la gran reina procedente de un tiempo y una sociedad que había conquistado, pero cuyos herederos, más blancos que el blanco de sus ojos, se la habían sacudido a golpe de cadera. Ella, que fue la madre negra de Chuck Berry, y de Elvis, y de Johnny Cash, y de Jerry Lee Lewis, había naufragado para Estados Unidos, pero resucitado para el público en la Europa de 60’. Y al poner el primer pie en la estación de Chorlton, donde la esperaba su banda y su adorada Gibson, Rosetta echó una ojeada a los negros nubarrones e hizo lo que mejor sabía hacer, llevar la contraria. Didn’t it rain, children. Así empezó.

Mujer afroamericana, queer, religiosa hasta el último aliento y la mejor guitarrista de la historia, a Sista’ Rosetta Tharpe se la conoce como la “madrina” del Rock. Aunque en realidad fuera su inventora y en palabras de Bob Dylan, “un prodigio de la naturaleza”, si bien prodigiosamente olvidado.

Rosetta había nacido en Arkansas, sus padres eran colectores de algodón. Cuando todavía no levantaba más que unos pocos palmos del suelo ya agarraba la guitarra y en la Iglesia evangelista de Dios en Cristo, en Memphis, la anunciaban en las misas de los domingos como un verdadero milagro divino. Una niña con un don tan colosal para la música que su madre, que era predicadora, vio desde el principio y no tardó en llevarla de viaje para actuar en iglesias de todo el sur.

Mujer afroamericana, queer, religiosa hasta el último aliento y la mejor guitarrista de la historia, a Sista’ Rosetta Tharpe se la conoce como la “madrina” del Rock.

No obstante, sería primero en Chicago, en el Robert Temple, y más tarde en Nueva York, cuando Sista’ Rosetta empezó a mezclar el gospel con otros estilos como el blues del Delta y el jazz de Nueva Orleans creando algo único, de una forma también única. Pues fue la primera vez que los cánticos espirituales se colaron en los nightclubs. Como suele decirse, no fueron los mercaderes los que entraron en el templo, Rosetta Tharpe metió la Iglesia en los bares para blancos justo al final de la Ley Seca, y ellos la adoraban mucho más que al whisky con soda que ya no tenía que beber a escondidas.

Era apabullante ver a una mujer joven y afroamericana rasguear una guitarra eléctrica cantando alabanzas entre la humareda de los cigarrillos, en locales donde un negro sólo podía entrar si iba directo al escenario o estaba tras la barra, sirviendo.

Su primer éxito, Rock me, la colocó en lo más alto de la música, y de ese pedestal no bajó durante dos décadas, abriéndose paso en una industria dominada por hombres, y pasándose por el misal todas las convenciones de la época sin que ello minase un ápice su fe religiosa. Aunque su madre, que la acompañó durante más de medio siglo, intentaba tomarse con cierto estoicismo las excentricidades de la hija.

En la sociedad profundamente segregada de los años 40, Rosetta realizaba road tours por todo el país para actuar con otros músicos. Como encontrar un motel donde aceptasen a un grupo de negros era un problema, la hermana Rosetta fletó un autobús, dormían allí y seguían su ruta. Incluso llegó a subirse al escenario con una banda de blancos, los Jordanaires, en conciertos mixtos.

Su vida amorosa también fue un torbellino. Con dos divorcios a su espalda, amó tanto a hombres como sobre todo a mujeres. En 1946 conoció a la cantante Marie Knight, que se unió a sus road tours de puras mujeres a lo Thelma y Louise -si Thelma y Louis hubieran sido amantes, claro-.

Fue la primera vez que los cánticos espirituales se colaron en los nightclubs.

Pero cinco años más tarde Knight la abandonó -no lo haría nunca del todo, incluso cuando Rosetta falleció fue Marie quien se encargó de maquillar y peinar su cadáver-. Más tarde, la Sista’ decidió casarse con Russell Morrison, un tipo que conocía de unas pocas semanas y que acabaría siendo también su manager.


Y ahí tenemos a Rosetta, decidiendo de nuevo qué hacer con su vida. Sabiendo que las nuevas generaciones pujaban fuerte y ella tenía más pasado a sus espaldas que futuro por delante.

Hasta que, de repente, un viaje a Europa junto al trombonista Chris Barker cambió su suerte. De repente, fue para los jóvenes brits ese milagro de la guitarra con sus ropas de domingo y sus espirituales negros.

Su último concierto en Copenhague puede interpretarse como una profecía autocumplida. Fue en 1970, su madre había muerto dos años antes y a sus 55 años Rosetta ya no andaba nada bien en ningún sentido -tuvieron que amputarle una pierna a causa de la diabetes-. Dijo unas palabras antes de empezar, se las dedicaba a su madre. Y luego cantó…

Precious Lord, take my hand

Lead me on, let me stand

I am tired, I'm weak, I am worn

Through the storm, through the night

Lead me on to the light

Take my hand, precious Lord

Lead me home


Rosetta Tharpe falleció en Pensilvania un par de años después. Su lápida en el cementerio de Filadelfia era lisa; a su funeral acudieron unos pocos amigos y familiares.

El mundo la olvidó hasta 2018, cuando entró a formar parte del Hall of Fame ocho décadas después de inventar el rock.


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