Rosario Villajos arrasa con La Muela (Aristas Martínez), una novela protagonizada por una emigrante en el Reino Unido pre-Brexit. La autora reflexiona con nosotros sobre el acto de escribir y los desarraigos y usuras de la vida.
Beatriz García Guirado
¿En qué medida vivir en el extranjero ha cambiado -si es que lo ha hecho- tu forma de narrar? ¿Habrías empezado a escribir si no hubieses estado fuera?
No sé en qué momento de mi vida decido que quiero escribir, mejor dicho, que quiero publicar lo que escribo. Escribir ya lo hacía hace años, coincidiendo siempre con etapas de soledad, cambios de ciudad, etc. Creo que simplemente al estar sola tenía más tiempo para leer y leer es lo que me da más ganas de escribir. En cuanto a lo de publicar, vino a raíz de hacerme una cuenta falsa (ya desaparecida) en FB como Ramona Ucelay donde ensayaba si mis textos podían tener algún valor de cara a otras personas, porque el arte no es arte si no hay espectadores. En el caso específico de La muela, creo que no habría escrito esta novela si no hubiera vivido fuera, además, he introducido pequeños recursos como el tipo de humor o palabras o frases en inglés para poder traerme al lector a la ciudad en la que ocurre la mayor parte de la historia.
Ciudades como Londres, NY o París suelen ser muy duras para los migrantes, pero los españoles siempre tienden a montarse su pequeña cofradía de españoles allá donde vayan. ¿Por qué crees que pasa? ¿Es la dureza del lugar o es que nos tira la tribu?
Quizás se deba a la dureza del lugar. A veces ocurre la magia y conoces a tres o cuatro de tu país con los que sintonizas, pero eso no suele ocurrir nada más llegar, se necesita tiempo o mucha suerte. Creo que yo la tuve y di enseguida con gente encantadora con los que todavía intento cuidar el contacto. Pero también se puede dar la situación de que te encuentres con españoles que no tienen nada que ver contigo y te sientas sola y de repente creas que te caen fenomenal pero dudo que se diera ninguna amistad con ellos si fueran tus vecinos en España.
¿A qué lugar del mundo jamás te irías a vivir a ningún precio?
No existe ese lugar ya que todo depende de la situación en la que nos veamos. No sé qué haría bajo eventos de mucha presión como una guerra o un régimen totalitario que coarte los derechos humanos, especialmente los de las mujeres. En esas circunstancias, esos lugares de los que hoy renegara podrían ser para mí la panacea.
"Ahora se puede escribir hasta con el móvil."
¿Qué papel ocupa la familia de Rebeca en La Muela? ¿Puede la distancia hacer más leve el "peso" de las raíces? En el fondo, ¿no nos vamos buscando en cierta medida liberarnos de ella para 'poder ser'?
En La muela quería describir un tipo de personaje que ingenuamente cree que la distancia le va a servir de algo, pero la familia, para ella, está instalada en su cabeza sin importar los kilómetros que haya de por medio. Por eso su madre, su padre y su hermana no tienen nombres propios, porque sus roles son indestructibles para la protagonista. Personalmente, sí que pienso que la distancia puede propiciar que una haga cosas que no se atrevería a hacer a escasos metros de su familia, si no, nadie se habría marchado de su pueblo.
Mencionas a la escritora Elvira Lindo como una referente de tu literatura, ¿con qué otras escritoras españolas también te sientes hermana y por qué?
Hermana es una palabra que siento que me queda lejos, yo diría admiradora de quienes leo. Te podría hacer una lista interminable de autores y autoras españolas a quienes sigo los pasos pero estaríamos aquí hasta mañana. Puedo abreviar contando que, para escribir La Muela, por ejemplo, también releí a Elvira Navarro, Cristina Morales, Juan Gómez Bárcena y María Bastarós, por ejemplo.
Además de escritora eres diseñadora y artista plástica. ¿Hay cosas que sólo se pueden contar a través de un tipo de arte? ¿Qué te permite la escritura que no te da la ilustración, por ejemplo?
Efectivamente creo que hay cosas que se cuentan mejor a través de cierto tipo de arte. Para mí el culmen sería el cine porque incluye a casi todos los demás. La escritura en concreto me da más libertad que la ilustración por su economía de medios. Te sientas y escribes, no necesitas grandes infraestructuras ni un espacio especial para hacerlo. Ahora se puede escribir hasta con el móvil. Por otro lado, dibujar requiere de mucha paciencia y más tiempo, algo que me roba mi trabajo diario.
Rebeca, la protagonista de la novela, es una mujer de mediana edad viviendo en ese limbo de precariedad londinense... sin pareja, sin una casa en propiedad, sin hijos. Para mujeres de la generación de mi abuela Rebeca tiene una "tara gorda". ¿En qué medida las mujeres necesitamos personajes como ella para "reescribirnos" desde nosotras? Sus contradicciones, por otra parte, son tanto un espejo como un bofetón de realidad...
Creo que tiene que haber tragedias, dramas y comedias con todo tipo de protagonistas cuyas historias no sean aleccionadoras para las mujeres ni acaben siempre como Anna Karenina. Por eso menciono Yerma una y otra vez en mi propia novela, porque la tragedia acecha a las mujeres que se salen de la norma y así nos lo han contado hasta hace bien poco, y por eso he escogido a un personaje que, aunque es mezquino la mayor parte del tiempo, se le coge cariño. Con esto quiero decir que las mujeres también tenemos derecho a meter la pata hasta el fondo sin que haya que tirarse por ello a las vías del tren.
"He escogido a un personaje que, aunque es mezquino la mayor parte del tiempo, se le coge cariño."
Todavía sigue existiendo la presión de irse a pasar unos meses a Londres o Dublín como una tierra de "oportunidades" -aprender un idioma, un trampolín laboral... y mucha precariedad alrededor- ¿No será que los españoles somos unos acomplejados?
Pues mira, un poco sí, al menos yo lo era cuando salí de España y conseguí que se me quitaran esos complejos, especialmente cuando me di cuenta de que mi educación no era tan mala, sino más dispersa, menos especializada, pero también muy enriquecedora. Es verdad que allí salen los jóvenes con trabajo casi directamente de la escuela, pero no sé si a nivel vital eso es mejor que lo que yo he vivido. Al menos no envidio a la gente que empieza a trabajar cuarenta horas nada más acabar la carrera, sobre todo ahora, que todo apunta a que la generación X vamos a estar poniendo el despertador hasta que nos muramos por la falta de pensiones. Cuando llevaba poco tiempo en Inglaterra fantaseaba imaginando que mis compañeros de trabajo se iban a vivir a España, a ver cómo se les daría a ellos. A veces intentaba visualizarlos hablando en español y no podía evitar acordarme de la cara de Gabino Diego en Amanece que no es poco y luego me daba cuenta de que probablemente ellos me veían así también, con ese acento, y me daba la risa.
"Creo que somos de donde nos aman y amamos."
Los dientes, al igual que las uñas, son partes de nosotros muy "animales" -peleamos con 'uñas y dientes'-. ¿Qué representa esa muela que le falta a Rebeca en el imaginario de Rosario Villajos?
La belleza, la juventud, la estabilidad. Perder los dientes simboliza en esta novela empezar a desprenderte de todo eso. En mi etapa londinense, cuando mi vida era mucho más precaria que ahora, soñaba a menudo que se me caían los dientes y lo relacionaba con la falta de dinero, porque ir al dentista era algo que no me podía permitir. También es un rito de paso: mi protagonista es joven como para empezar a quedarse sin dientes, pero es algo que nos va a pasar a todos en algún momento, si es que logramos alcanzar la senectud, así que Rebeca nos lleva ventaja en ese sentido.
Has vivido en varios países y acabaste volviendo a España. Al final, ¿somos dónde nacimos?
No. Creo que somos de donde nos aman y amamos, independientemente del lugar que sea. 11. ¿Crees que las grandes ciudades como Londres o Barcelona se han vuelto lugares "contra" la gente y no "para" la gente? ¿Qué deberíamos hacer para "readueñarnos" de nuestras ciudades? Pues el problema es que no sé cómo es Barcelona ahora (la dejé en 2008) ni sé cómo era Londres antes. Sé que, por ejemplo en Córdoba, hay iniciativas para recuperar las calles construyendo en solares o rehabilitando viviendas (reales, no apartamentos turísticos), para la gente que quiere vivir en el casco histórico. Esto se hace de momento con financiación privada, pero sería precioso que el estado se pringara subvencionando parte de estas reformas que le dan una vida sana a la ciudad y a sus habitantes. La otra cosa que urge mucho más es, en mi humilde opinión, prohibir que las viviendas estén vacías más de dos años. El centro de las grandes capitales está lleno de casas de lujo que llevan muchos años cerradas y sin inquilinos. Siempre he querido saber para qué quiere una persona una vivienda complemente vacía si no es para hacer una demostración de su capital. Así que sí, forzaría a los propietarios a alquilar o a vender aquello que no utilizan.
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